LA HISTORIA DE LA MADRE Y EL HIJO

QUE SE VEÍAN PERO QUE NUNCA SE DABAN UN BESO

Pasaba a verla dos veces por semana. Se sentía muy sola. Los vecinos habían dejado de visitarla desde hacía meses y ella tampoco se movía nunca de casa, salvo para salir a la tienda de Luci, siempre a primerísima hora, con dos mascarillas, y luego vuelta a casa. Otro día más. Parte del tiempo lo pasaba hablando por teléfono para seguir sintiendo algo del calor que tanto añoraba. Desde que se fue Alberto, nunca había estado tan sola. La venida de su hijo tenía, no obstante, algo de incompleto. Él llevaba siempre la boca tapada y guardaba la distancia con un rigor que resultaba hasta algo cómico. Ella sentía inconscientemente que algo muy importante de su vida se le había escapado y él, sin jamás reconocerlo, añoraba sus besos. No lo decían, pero se necesitaban más que nunca. La esperanza del abrazo futuro les animaba, en todo caso, a seguir viéndose sin tocarse.

Volver