LA HISTORIA DEL ENFERMERO AL QUE SUS VECINOS

QUISIERON ECHAR DEL PORTAL

Jamás hasta ahora le había ocurrido. Quizás – es verdad – que en los primeros meses de la pandemia nadie en el bloque conocía a nadie. Ahora, sí. Ahora todos sabían que era enfermero. Al principio, todo se limitaba a que su entrada en el descansillo suscitaba un violento apartarse y un extraño saludar mirando al suelo. Luego vino la nota en el buzón, pidiéndole por favor que no usase el ascensor. ¡Que no usase el ascensor… él, que vivía en el séptimo! Finalmente, un día le metieron un anónimo por debajo de la puerta exigiéndole que se buscase otro lugar para vivir, al menos hasta que acabase esta época, porque la gente del portal (¡de un portal de sesenta viviendas!) estaba aterrada sólo por su culpa. Si no, que se atuviese a las consecuencias.

Una noche cuando iba a trabajar, un joven, vecino de su mismo rellano, que regresaba con otros de un botellón, le insultó y le gritó que se largara de una vez. Cuando, días después, reconoció a la madre del chico en una de las camas covid que atendía en el hospital, se dirigió a ella con la mejor de sus sonrisas.

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